— ¿Dónde vas? —preguntó su padre, con la ira saltándole la órbita de los ojos.
Ni ella misma conocía el rumbo, pero sí las intenciones con la iba decidida.
— A caminar un poco —Rezongó, abriendo ligeramente la puerta, tenía un pie fuera.
— ¡No tienes permiso! —protestó su progenitor, desde adentro.
—Para morir no se necesita permiso…—susurró ella, y se oyó un golpe seco.
Cerró aquella puerta, para no abrirla jamás, y si algún día alguna se abría, esas serían las del infierno, porque no era digna de ser recibida en el cielo, uno no es dueño de su vida, uno no decide cuando va morir.
Caminaba por caminar, al tiempo que evitaba que sus ojos dejaran caer una maldita lágrima de dolor, mientras un nudo le ahorcaba la garganta.
Con pasos ligeros decidió entrar a una cabina de teléfono, quizás aún había tiempo para pensar las cosas, o alguien.
—Llamada a teléfono fijo —solicitó con voz seca.
El hombre que descansaba tras aquel mostrador, de apariencia desgastada por el peso de los años, le indicó la cabina número tres.
—gracias.
El primer número que le vino a la mente fue el de su mejor amiga, habían sido muchas las veces que la había llamado, que el número estaba registrado en su subconsciente.
— ¿Si? —Resonó la voz desde el otro lado, era inconfundible.
— ¿Claudia?
— ¿Amiga cómo estas?
—Bien, bien —dijo arrastrando las palabras, quería echar a llorar y decir que todo estaba mal, muy mal, pero giró el cuerpo hacía atrás, y miró por el cristal, no era lo mejor, no quería lástima. — ¿Estarás hoy en tu casa?
—Emmm si —respondió con inseguridad —pero tengo unas cosas que hacer, ¿Y en la tarde?
Sólo había dos respuestas, un sí o un rotundo no, Un profundo sentimiento de dolor se ahogó en su garganta.
—No voy a poder…
— ¿Mañana?
—Tampoco —tragó saliva —Cuídate Claudia, adiós.
—Lo siento.
—No más que yo —y colgó.
Se giró para ver a aquel hombre.
— ¿Cuánto es? —el anciano le indicó la cifra.
—Que tenga un buen día —le dijo, mientras ella, traspasaba la salida.
Por un momento se detuvo, pensando en aquello, “Un buen día”, era el peor día de su vida.
Levantó la mano para tomar el primer autobús que le llevara a cualquier lugar.
Calculó que estaba lejos, y decidió bajar.
Adentró en una librería, y empezó a peinar el lugar, mirando con detenimiento cada libro, cogió uno, el título era interesante. “Sonríe mientras mueres”, lo dejó en el mismo lugar y se aproximó a una mujer que preguntaba al muchacho en turno por un libro.
— ¿Sabe de qué trata? —El muchacho no tenía ni idea, pero ella sí, era uno de los libros que la habían cautivado, recordó inmediatamente que su padre le había regalado en su último cumpleaños el último ejemplar y decidió intervenir.
—Son muy buenos, porque no es un solo libro, es una saga.
— ¿Así? —levantó las cejas la mujer.
—Trata de vampiros.
—O no quiero de vampiros —rió la mujer devolviendo el libro —La madre de una amiga murió y necesito un libro de autoayuda para levantarle el ánimo.
—A entonces el anterior está bien —y se alejó.
Pensó aquella última frase “La madre de una amiga murió y necesito un libro de autoayuda para levantarle el ánimo”.
No quiso imaginar aquella posibilidad muy cercana, quizás algún día alguien haría lo mismo por ella. No definitivamente no iba a suceder, y de suceder sería lo contrario, no sería su madre quien moriría, sino ella, y a quien tendrían que regalar un libro de autoayuda, sería a su madre, por la muerte de su hija.
Abandonó aquel lugar y con espíritu decidido fue a terminar con aquello que debía hacer.
Ingresó en un centro comercial, uno de los más importantes de la ciudad, no le interesaba la ropa, y tan siquiera pasó la vista por ellos, y se dirigió al servicio para damas.
Para suerte propia no había nadie, aseguró el pestillo, y sacó el frasco de veneno, y una botella de agua, no quiso pensar, no quería dar un paso atrás y bebió aquel líquido disuelto con aquel tóxico.
Se dejó caer al piso, esperando que aquello surtiera efecto, que todo pasara muy rápido y no despedirse de este mundo que le privó de aquello que siempre quiso. Se preguntaba si más allá encontraría lo que buscaba o quedaría condenada para siempre con su soledad.
Alguien aporreó la puerta, escuchaba los murmullos de chicas impacientes, que solicitaban los servicios higiénicos, sobretodo el tocador de damas, pero era en vano, alguien se había asegurado de cerrar bien.
Sintió un dolor recorrer sus venas, sus miembros se retorcían de sufrimiento, y el líquido espumoso salía por su boca, producto del ahogo lanzaba ligeros quejidos.
Alguien clamaba con desesperación abrir aquella maldita puerta.
— ¡Alguien está dentro! ¡Necesita ayuda!
En cuanto alguien logró abrir el seguro, era muy tarde, el cadáver de una joven estaba tendido sobre el frío piso de mármol junto a un pequeño osito.
“quiéreme”
Bueno un día surgió esta pequeña historia, no sé si llegue a gustar, pero aquí lo dejo, besos.
1 comentario:
la historia es trsite pero me cautivo de inicio a fin , apenas empece a leer deseaba k no le pasara nada malo , pero ella ya lo tenia descidido , se kito la vida pork sentia k no era importante para nadie =( ojala al lugar donde fue, haya enkontrado alguien kien le ayude y kiera =(, la parte k me puso muy sensible es cuando llama a su amiga y ella le dice k no tiene tiempo, pero pork?=( tal vez no era una amiga verdadera o quisa de verdad estaba ocupada , pero aunk 5 minutos no le hubiera afectado , dio peinitis k al final terminara matandose =( k miedo ella es muy fuerte para tomar una descision asi
para morir no se necesita permiso , el titulo es muy acertado , te la sabes todas todas =) ,cada uno descide y elige k hacer kon su vida , lastima k los condenados a muerte no puedan elegegir =(
senti tanto esta historia k keria korrer para k no se matara =(
trsite pero hermoso =)
Publicar un comentario